Cómo cuida Cusco el agua que toma
Texto: Elmer Mamani, Melissa Valdivia y Rufino Motta
Fotos: Melissa Valdivia
El antiguo Cusco, según la leyenda, está sumergido en las aguas de Piuray. El mito revela que un anciano harapiento y sucio inundó tres kilómetros cuadrados al tocar el suelo con su bastón. Así castigó a sus habitantes por rechazarlo. Solo una mujer con un bebé en brazos lo había socorrido. En agradecimiento, el veterano personaje le pidió que huya al cerro más alto sin mirar atrás. Pero la mujer desobedeció la orden y, mientras observaba cómo se formaba la inmensa laguna de casi 60 millones de metros cúbicos, se petrificó. “El anciano era el Apu, era Dios”, dice Aquilino Levita Condori, dando cuenta de una leyenda que en su comunidad circula de generación en generación.
A diario Aquilino realiza una expedición por las riberas de este espejo de agua y recoge todos los residuos. “Retiro plásticos. A veces perros muertos”, explica cerca a la orilla, mientras el viento golpea su rostro de 34 años. Trabaja hace 7 años para Sedacusco, la empresa que potabiliza el recurso hídrico para los habitantes de las provincias de Cusco y Paucartambo. El comunero tiene la misión de proteger el Piuray.
A este reservorio natural, en el distrito de Chinchero, provincia cusqueña de Urubamba, lo rodean 20 comunidades. Más allá corona el paisaje un conjunto de montañas. El protector de la laguna y su esposa, Diana Carolina, crecieron y se conocieron en los alrededores de Piuray, un ecosistema al que no se tarda más de una hora en llegar desde la Ciudad Imperial. Sus vidas, como las de los demás pobladores, están marcadas por estas aguas. Lo último y primero que ven.
Pero no solo con la limpieza se puede preservar este ecosistema. En las faldas de uno de esos cerros, Sedacusco construyó "infraestructura verde“ para garantizar el almacenamiento.
La laguna se alimenta de más de 60 acuíferos provenientes de 9 sistemas de la microcuenca Piuray–Ccorimarca en la parte alta. El líquido viaja desde las montañas para recargar la laguna. El primer sistema que se intervino (46 hectáreas) se llama Can Can. Llegar a Can Can no demora más de 30 minutos desde Piuray. Para eso ascendemos por un camino de trocha en una camioneta. “Todos estos terrenos son de propiedad comunal. Nos los fueron cedidos bajo convenio para trabajar y cuidar el agua”, nos explica el supervisor de obra de Sedacusco, Eric Villavicencio. A los 4 300 metros sobre el nivel del mar, nos detenemos. Desde este punto se tiene un panorama amplio de todos los trabajos. Lo ejecutado se asemeja a las líneas de Nazca.
Es una primera impresión, pero en realidad son kilómetros de serpenteantes zanjas de infiltración. Con esta técnica ancestral, el agua de las lluvias llega a los acuíferos que alimentan a Piuray. En el medio hay dos espejos de agua que cumplen la misma función.
No hay nada al azar. Con pruebas de hidrología determinaron los puntos exactos donde están los manantes para hacer las zanjas con cero grados de pendiente en la superficie. Para aprovechar al máximo las lluvias, colocaron alrededor pastos que evitan que los canales se colmaten con tierra. “Los acuíferos no estaban funcionando en su real dimensión. Estamos reactivándolos”, advierte Villavicencio. Esta zona es cabecera de cuenca y estuvo deforestada, lo que impedía infiltración de las precipitaciones. Por eso sembraron desde ichu, hasta colle y queñua, plantas llamadoras de agua. Sensores instalados determinarán su real efectividad en cuestión de meses.
En un breve recorrido, Villavicencio nos muestra otras estrategias incas que replicaron en el lugar. Por ejemplo, las patapatas, una pila de piedras dispuestas como andenes que protege los canales de infiltración, o el control de cárcavas, barreras naturales también de piedras para detener los sedimentos que arrastran las lluvias.
Todas estas intervenciones se realizaron en el marco de la Ley Nº 30125 de Mecanismos de Retribución por Servicios Ecosistémicos (MERESE) del 2014. Las Empresas Prestadoras de Servicios (EPS) del país están implementando este instrumento para conservar o recuperar sus fuentes de agua. Sedacusco ya cumplió su primer quinquenio con los MERESE (2013- 2018). La norma, en parte, fue empujada por un conflicto social.
Históricamente, Piuray fue la principal proveedora para abastecer de agua a Cusco en los últimos 70 años. “Cubría el 90% de lo que demandaba esta ciudad hasta el 2000”, explica Álvaro Flores, gerente de la EPS. En la actualidad esto se redujo a 30% para un uso equilibrado.
El nivel del espejo actualmente es óptimo, pero no fue así 20 años antes. El protector de la laguna, Aquilino, tenía 17 años cuando Piuray iba reduciéndose drásticamente por la falta de lluvias por el fenómeno de El Niño y el ininterrumpido uso de Sedacusco para potabilizar sus aguas. “La gente se asustó”, recuerda Aquilino, cuando tres deslizamientos se tragaron 100 hectáreas, muchas de ellas de cultivos y dos casas, entre 1998 y 2000. Las aguas de Piuray se contrajeron y la tierra de las riberas cedió.
Con la catástrofe, las comunidades culparon a la EPS. Constantino Sallo recuerda que realizaron marchas exigiendo una compensación: “No hay que ser experto para darse cuenta de que hubo una sobreexplotación”. En ese entonces, Sallo era presidente del Comité de Gestión de la Microcuenca Piuray-Ccorimarca. Hoy es fiscal. De este conflicto nació el convenio tripartito entre la municipalidad de Chinchero, Sedacusco y el comité, en 2013.
Determinaron destinar 4.8% (S/ 1.20 a S/ 1.50 promedio-uso doméstico) de lo pagado en cada recibo. El fondo debe invertirse en infraestructura verde y proteger Piuray. Esa es la esencia de los MERESE. Un año después nace la ley inspirada en el problema y solución cusqueños.
Con la mayor ocurrencia de eventos naturales extremos, la seguridad hídrica es más incierta. “Hay pronósticos de que por el cambio climático las lluvias podrían disminuir en 30% al 2050 en Cusco”, advierte Villavicencio. Es por eso que Sedacusco invirtió su fondo, 6 millones 579 mil soles, para resguardar Piuray a través de 7 proyectos en el último quinquenio.
También se efectuó obras de desagüe en comunidades cercanas. Eso evitará que los residuos fecales de los pobladores contaminen en época de lluvias las fuentes naturales.
Para el siguiente quinquenio 2019 - 2024, planean construir más infraestructura natural para Piuray, pero esta vez al lado de Can Can, en el sistema Millpo, una montaña altamente erosionada. Además, empezarán a trabajar con otras fuentes: Vilcanota, Paucartambo, Jaquira y Salkantay. Estiman recaudar e invertir 7 millones 733 mil soles. “Apuntamos a hacer un trabajo integral de todas las fuentes. Con la experiencia de estos primeros cinco años, ahora tenemos que perfeccionarlos”, apunta Villavicencio.
Las demás EPS de Cusco van por ese camino, aunque con dificultades. A parte de Sedacusco, está Emsapa (Calca), Empssapal S.A. (Sicuani y Santo Tomás) y Emaq (Quillabamba). Las tres últimas realizaron su reajuste tarifario para recaudar fondos por los MERESE.
Por ejemplo, Emsapa es una empresa chica con no más de 4 mil usuarios. Es necesario intervenir y proteger sus fuentes: 22 manantiales en ambas márgenes del río Cochocc. Y es que en solo tres años presentaron una histórica reducción de entre 30% y 80%. “De 20 litros por segundo ahora solo emana 2 litros”, explica el gerente de esa EPS, José Deza. El principal problema es la destrucción de la cobertura vegetal. Pobladores de las comunidades de Accha Baja, Acha Baja y Ayaccaca cambiaron los pastos para colocar pinos y otras especies.
En noviembre del 2018, la EPS empezó a cobrar el 1% de los recibos para fondo. Tras un año, sólo se recaudó 60 mil soles. “Con ese dinero no podemos empezar nada”, advierte Deza. Emsapa tendrá que buscar socios estratégicos para desarrollar sus proyectos, señala el funcionario.
Si damos una mirada a la aplicación de los MERESE en las EPS del sur, es dispareja. Existen 13 en Arequipa (1), Puno (5), Cusco (4), Moquegua (2) y Tacna (1). De ellas, solo 6 ya vienen cobrando el fondo para invertirlo en infraestructura verde. Es decir, solo el 46% de las empresas está aplicando la norma.