Gustavo Mohme Llona fue una persona sencilla y valiosa. Su vida atesora experiencias aleccionadoras de innegable valor humano y su conocimiento ayudaría a fortalecernos como personas y sociedad, pero su historia es poco conocida. Traerla a la actualidad es un deber.
En 1930, el mundo vivía los efectos de la crisis financiera de 1929-1932 a raíz del desplome de la Bolsa de Valores de Nueva York. En Perú bajaban los precios de los productos de exportación y los ingresos fiscales. El desempleo crecía. El sol de oro desplazaba a la libra peruana. Y el comandante Luis M. Sánchez Cerro se disponía a deponer al presidente Augusto B. Leguía.
El 25 de abril de ese año nació Gustavo Mohme Llona en Yapatera, Piura, fruto de la unión de Stella Llona Miller con Gustav Mohme. Ella, una joven amante de la pintura y el teatro, hija del científico Scipión Llona. Y él, un migrante alemán radicado en EE. UU., promotor del cine mudo y sonoro del país del norte en México, Argentina, Chile y Perú. Aquí se conocieron.
La unión conyugal no prosperó. Gustav padre retornó a su país. Y en julio de 1930, la joven madre y su pequeño se embarcaron rumbo a Milán, Italia. Voy con “el afán de triunfar y ganar dinero por mi hijito”, contó Stella en una carta familiar. Trabajó casi dos años esquivando quiebras y despidos, hasta que tantas vicisitudes la abatieron el 14 de junio de 1932.
A temprana edad, Gustavo Mohme Llona conoció la adversidad. Tenía dos años y dos meses cuando quedó huérfano, lejos de su patria. Volvió a Perú de la mano de una amiga de la familia, quien lo entregó a su abuela Stella Miller y a sus tíos: Adriana, que le costeó los estudios, y Augusto, su orientador y amigo inseparable. Ese apoyo familiar y el amor intenso que le prodigó su madre y que lo acompañó toda su vida templaron su carácter.
Creció y estudió primaria en Barranco. La secundaria la cursó en el Colegio Angloamericano, hoy San Andrés, de 1941 a 1945. Concluido ese ciclo, perdió a su abuela Stella Miller, la dama que lo crio desde los 3 hasta los 15 años. Juntos habían celebrado el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero ella ya no estuvo cuando él ingresó a la Escuela Nacional de Ingeniería.
Su vocación fueron las matemáticas y el amor a su país. La inclinación le venía por línea materna. Su abuelo Scipión Llona fue secretario de la Sociedad Geográfica de Lima hasta su fallecimiento y autor de una teoría sobre el origen de los movimientos sísmicos. El abuelo tuvo también como maestro personal al matemático Federico Villarreal y fue discípulo del ingeniero y científico José Granda.
Los tres primeros años de la carrera de Ingeniería (1946-1948) los aprobó bajo la “primavera democrática” del gobierno de Bustamante y Rivero. Y ya sus dos últimos años de estudios (1949-1950) coincidieron con el golpe de Estado y la dictadura del general Manuel Odría. Esa puja, democracia vs. autoritarismo, le enseñó a valorar las libertades.
Los primeros planos de ingeniería fueron sus propios proyectos de vida, encaminados hacia tres objetivos estratégicos: hacer empresa, fundar un hogar y participar en política. Metas que se trazó en plena juventud y ejecutó a corto, mediano y largo plazo. Fue un trazo visionario.
Construyó empresa. En 1954 se asoció con Arturo Woodman y formó Woodman & Mohme, edificadora de numerosas obras: la Panamericana Norte (tramo del kilómetro 50 al 65), los colegios estatales Ann Goulden, Primavera y José Carlos Mariátegui; mercados, parques, losas deportivas y otras obras públicas por las que nunca recibió una sola denuncia por corrupción.
Fue un empresario transparente. Apostó por una economía de mercado con empresas respetuosas de los derechos de los trabajadores. El empresario debía aspirar a una ganancia razonable y no al lucro ni a la coima. Tampoco debían tenderse muros entre dueños y trabajadores, sino propiciar el entendimiento. Él mismo, desde la Cámara Peruana de la Construcción, propició acuerdos sobre los pliegos de reclamos de los trabajadores de esa rama.
Fundó familia. En enero de 1956, contrajo matrimonio con Helena Ramona Seminario Requena, joven natural del distrito petrolero El Alto, provincia de Talara, Piura. Con ella construyó un hogar estable y unido, sustentado en el amor y el respeto, con una prole de seis hijos: Stella, Gustavo, María Eugenia, Gerardo, Helena y Carlos, todos profesionales. Las reuniones dominicales de todo el clan para confraternizar y decidir temas trascendentes eran obligatorias y puntuales, una variante de democracia familiar.
En 1956 también cerró una brecha filial pendiente. A partir de setiembre de ese año, entabló correspondencia con Gustav Mohme, su padre, radicado en California, EE. UU., un carteo afectuoso que se mantuvo con regularidad semestral y se coronó el primero de octubre de 1965 con un abrazo de padre e hijo en Los Ángeles. Fue un encuentro sereno y definitivo. Tres meses después, el hijo recibió en Lima la noticia del deceso de Gustav. En Piura se sentaron las bases del desarrollo familiar y a mitad de camino, 1976, las exigencias de estudio, trabajo, empresa y sobre todo políticas del jefe de familia obligaron a emigrar a Lima.
Participó en política. Gustavo Mohme Llona fue ingeniero civil, empresario de la construcción, político y periodista. Su actividad en esos campos abarcó toda la segunda mitad del siglo XX. Y es evidente que su quehacer más trascendente fue el político.
El primer paso lo dio en el Frente Nacional de Juventudes Democráticas (FNJD), núcleo de jóvenes ingenieros que el primero de junio de 1956 impuso la inscripción de Fernando Belaunde Terry como candidato a la Presidencia de la República, a fuerza de una decidida manifestación de adherentes. El jurado electoral solo había inscrito al banquero Manuel Prado y al candidato de la dictadura, y se negaba a inscribir al FNJD, pero cedió. Belaunde fue inscrito y obtuvo la segunda votación. El FNJD se transformó en el partido Acción Popular.
A lo largo de siete gobiernos mantuvo una orientación política principista y coherente.
1961-63. En Acción Popular, participó presto en las campañas electorales que llevaron a Belaunde Terry a la Presidencia de la República y apoyó sus primeros 100 días de gestión. Su actitud varió en 1967 cuando el presidente, en confabulación con la Coalición Apra-UNO (odriismo), dio al asunto de La Brea y Pariñas una solución favorable a la International Petroleum. Por respeto al compromiso con los electores, Mohme Llona y Edgardo Seoane, vicepresidente y secretario general de AP, renunciaron al partido y formaron Acción Popular Socialista (APS).
1968-69. Apoyó la nacionalización del petróleo y la reforma agraria decretadas por Velasco Alvarado, reformas nacionalistas y democráticas. Y luego respaldó transformaciones más profundas como la comunidad laboral, que daba participación a los trabajadores en las utilidades, gestión y propiedad de las empresas. Sinesio López calificó esta adhesión como un “desplazamiento del reformismo al socialismo”. Mohme ”no fue, por cierto, un marxista ni menos un leninista. Él apostó por un socialismo abierto que compatibilizara la justicia social con el desarrollo del individuo y de su libertad”, precisó el sociólogo.
Según Mohme Llona, el trabajador juega un rol importante en la sociedad y el movimiento sindical es un aliado estratégico en las luchas sociales. Por eso, se identificó con el paro nacional del 19 de julio de 1977, que obligó a la gestión de Francisco Morales Bermúdez a convocar a una asamblea constituyente, aprobar una nueva Constitución, elegir un presidente y volver a la democracia.
Mayo de 1980. La izquierda fraccionada presentó a las elecciones generales cinco candidatos, los que en conjunto obtuvieron apenas el 13.6 % de votos. La lección fue aprendida y en las municipales de setiembre de ese mismo año ya solo hubo uno: Alfonso Barrantes Lingán. Ganó el 28.6 % de las preferencias y ocupó el segundo lugar en Lima. El plato se repitió en 1983 y las preferencias escalaron al 36.14 %. "Frejolito" fue elegido alcalde de la capital. Uno de los artífices de ese logro y enseñanza tan vigente fue Mohme Llona.
“… en una de esas caminatas largas por cerros y pendientes para la campaña del Tío Frejolito, 1983, yo me retrasaba y Gustavo Mohme, desde su altura, me divisaba y me pedía avanzar. Y al final, algo molesto, me dice: No te desaparezcas, te escurres y te pierdo de vista. Tenemos que avanzar juntos. Y yo le respondo: Un momento, mira tus piernas y las mías, ¿ahora ya sabes por qué no puedo seguirte el paso? Fíjense en esa frase: ‘Tenemos que avanzar juntos’, recoge el sentido de unidad”, rememora Gloria Helfer, maestra y excongresista.
16 de noviembre de 1981. A un año y medio de iniciada la guerra interna provocada por Sendero Luminoso, Gustavo Mohme Llona fundó el diario La República, medio investigativo que cubrió el conflicto armado casi desde sus inicios, con independencia. Y, de hecho, varios de los crímenes de lesa humanidad cometidos por Sendero Luminoso, así como por el grupo Colina o las fuerzas del orden, fueron revelados por sus reporteros. La sentencia de 25 años a Alberto Fujimori se sustenta en denuncias de medios periodísticos independientes como La República, según han destacado José Ugaz, exprocurador, y Francisco Soberón, promotor de derechos humanos.
5 de abril de 1992. Gustavo Mohme Llona emprendió una oposición firme, esclarecedora y sostenida ante el golpe de Estado asestado ese día por el presidente Alberto Fujimori y sus aliados. Cuestionó el modelo neoliberal extremo que promovió el régimen y que quedó reflejado en la Constitución de 1993. Denunció las violaciones a los derechos humanos y crímenes cometidos por el grupo Colin; desentrañó los actos de corrupción de Vladimiro Montesinos y Alberto Fujimori, y el abuso de poder del que se valieron para imponer la reelección del dictador.
En represalia por tanta entereza, Gustavo Mohme Llona fue objeto de una campaña perversa de desprestigio y demolición de su imagen pública a través de la “prensa chicha” o prensa del SIN; inclusive se denunciaron intentos de atentados contra su integridad, todo esto organizado desde los servicios de inteligencia de la dictadura.
25 de noviembre de 1999. Fue suscrito el Acuerdo de Gobernabilidad. Ha sido el aporte más serio desde la sociedad civil en cuanto a la búsqueda de consensos para la gestión del Estado. Lo firmaron trece organizaciones políticas. Gustavo Mohme, siempre abierto al diálogo, fue uno de sus principales promotores, y lo suscribió en nombre de Democracia y Solidaridad (DEMOS).
El 23 de abril del 2000, un infarto segó su vida. Sus restos descansan en el cementerio Jardines de la Paz, de Lima, desde el 20 de octubre del 2018, acompañados de los de Stella Llona Miller, su inolvidable madre, repatriados de Milán, Italia.