A 25 años del autogolpe de Alberto Fujimori, Gustavo Mohme Seminario, actual Director del Diario La República, recuerda y reflexiona sobre ese día.
(Columna tomada de la edición impresa del Diario La República)
Una cálida noche a inicios del 2007 brindaba con un grupo de amigos en mi natal Piura. El relevo del General de División encargado de la Región norte durante el último año nos congregaba en su casa. Tras un entusiasta “salud” norteño miro al anfitrión a los ojos y un vendaval me lleva al 5 de abril de 1992. Y hablaron mis recuerdos. «Tú fuiste el jefe del comando que tomó La República esa noche», expresé impulsivamente. «Sí, asintió el General, yo fui, cumplía órdenes», agregó.
Y regresé al 5 de abril de 1992 mientras Alberto Fujimori leía en la televisión nacional “Disolver, disolver el Congreso»… dando inicio a uno de los regímenes más corruptos de la historia. Llamé a mi padre y tras una breve conversación enrumbé hacia el diario mientras él se reunía con congresistas para enfrentar el golpe de Estado.
Superar los tres anillos de seguridad que se iniciaban en Palacio de Justicia no fue fácil. El diario está a dos cuadras de Palacio de Gobierno, pero logré finalmente llegar. El panorama era indignamente sombrío. Un destacamento de soldados armados con fusiles rondaba el acceso y patrullaba la redacción mientras los periodistas escribían frenéticos estimulados por la adrenalina del momento. En su oficina, nuestro director, Alejandro Sakuda, ya discutía con el novel oficial a cargo, quien hablaba resguardado por dos soldados con fusil al hombro.
“Pueden publicar todo lo que deseen pero no pueden poner la palabra golpe”, alcancé a escuchar decir al oficial antes de identificarme y pedirle que se retiraran los soldados pues nosotros no portábamos armas. Accedió el oficial, dando paso a una larga discusión. Tienen la fuerza para impedir que salga el diario pero no la tienen para obligarnos a escribir lo que ustedes quieran fue nuestra firme y serena respuesta.
Casi al filo de la medianoche, tras salir en varias ocasiones a consultar con sus superiores y de insistir vanamente en que cambiemos la redacción, les quedó claro que nuestra postura era inamovible. No accederíamos a que corrijan las notas. Nuestra discusión interna acerca de si no circulaba el diario al día siguiente en señal de protesta dio paso a la idea de Papá Mohme de sacar en blanco las notas censuradas. Era lo mejor que podíamos hacer en esas circunstancias, concluimos.
Finalmente las plumas de los periodistas del diario se impusieron a los fusiles. Mortificados, los usurpadores entendieron que era el único desenlace posible y lo aceptaron. La impronta se forjó, entonces, entre férreos periodistas amenazados por fusiles. La edición que republicamos hoy día es un homenaje a ellos. Y desde luego a Gustavo Mohme Llona , inspirador de la gesta que se plasmó en aquella edición histórica del 6 de abril de 1992.
Agotados por la jornada tuvimos un último diálogo con el militar. La historia los juzgará por esto, le reproché mientras lo miraba fijamente a los ojos. Era lo único visible tras el pasamontañas negro que cubría su rostro y los de su tropa. Solo cumplo órdenes, respondió, en tanto esa imagen quedaba grabada en forma perenne en mis recuerdos. Aquel fortuito encuentro 15 años después encendió esa imagen y permitió reafirmar que estábamos en el lugar correcto de la historia.
Gustavo Mohme Seminario
Director de La República