Tito Hernandez Alcántara, ex jefe de corrección de La República, escribe sobre Gustavo Mohme Llona a propósito del 17 aniversario de su muerte este 23 de abril.
Entre los innumerables diálogos que tuve con el ingeniero Gustavo Mohme Llona, recuerdo aquel en el que pedía mi intervención en un trámite interno en Editora La República: deseaba saber si había en ese momento (fines de la década de los 80’) una plaza de corrector y qué calificaciones debía poseer un postulante a dicha plaza pues él, el ingeniero Mohme, tenía que dar respuesta al pedido que le había hecho uno de sus amigos más cercanos (en ese momento connotado dirigente político) para ayudar a un profesional que requería con urgencia el puesto de trabajo. He comentado varias veces con amigos docentes universitarios que el ingeniero Mohme, en su condición de accionista principal de Editora La República, podía haber ordenado –sin consultar a nadie, como suelen hacer otros empresarios– esa contratación laboral para atender a su amigo; pero no: para él lo pertinente era que la organización considerara factible la contratación y que el responsable del área evaluara primero las calificaciones del postulante, y de ninguna manera que el dueño, por muy dueño que fuera, impusiera su criterio.
En otra ocasión me invitó a su oficina para mostrarme un libro del historiador Atilio Sivirichi en el que aparecía claramente definida la escritura de ciertos nombres de localidades de nuestro país y pedía que los correctores comparáramos esa escritura con la de los nombres que figuraban en diccionarios o enciclopedias a fin de que al final optáramos por los usos que juzgáramos más apropiados de acuerdo con el estilo y principios de La República.
Así era el ingeniero Mohme Llona: siempre respetuoso de la organización en el trabajo y de las funciones y atribuciones asignadas a directores, jefes y trabajadores, siempre afable, sonriente y atento para hacerlo sentir bien a uno con una frase de reconocimiento o para motivarlo sin presiones de ninguna clase a tomar las decisiones más atinadas en su labor (como editor, como redactor, como reportero gráfico, como corrector, como diseñador o diagramador, o como jefe o empleado administrativo).
En realidad, desde que –invitado por Alfonso La Torre y Alfredo Marcos– llegué a La República a mediados de 1982 pude observar cómo periodistas, directivos y empresarios llevaban a la práctica la declaración de principios publicada en la edición del 16 de noviembre de 1981 según la cual La República “se opone a todas aquellas políticas que prescinden del interés colectivo en beneficio de grupos, castas, dinastías o estirpes privilegiadas”. Entre todos los que contribuyeron con el mayor celo a hacer creíble esa causa, destacará siempre, sin ninguna duda, la egregia figura de Gustavo Mohme Llona, perspicaz propiciador de las más nobles causas nacionales alentadas por La República e infatigable defensor de los derechos democráticos.
Por mi condición de dirigente sindical en el ámbito de las empresas editoriales, pero también por mi función de docente universitario de comunicación, observé muy de cerca la trayectoria ejemplar de Gustavo Mohme: propulsor del desarrollo nacional desde su posición de empresario de la construcción y de senador de la república, incuestionable líder político afanado en la búsqueda del entendimiento y la concertación nacional con base en el respeto y la justicia social, auténtico comunicador social promotor de la paz desde su puesto de director de La República, periódico veraz, plural y nunca sometido a los requerimientos del poder.
Tuve el honor de representar a los periodistas y trabajadores de La República como secretario general del sindicato durante tres períodos consecutivos (1984-1987). Y me enorgullece afirmar ahora que el Sindicato fue una institución respetable y respetada no sólo dentro de la empresa sino también, y sobre todo, por la opinión pública del país. Si el diálogo respetuoso, transparente y cordial con los empresarios de La República fue factor determinante del éxito de la gestión sindical, la actitud firme y de solidaridad con el movimiento sindical y popular en las páginas de nuestro diario recibió el reconocimiento de los trabajadores del país. Y en esto fue decisiva la actitud francamente solidaria de Gustavo Mohme Llona y el trabajo de periodistas como Guillermo Thorndike, Alfonso La Torre, César Lévano, Humberto Castillo, Óscar Cuya, Víctor Caycho, Ismael León, Alfredo Marcos, Christian Vallejo, Charo Velásquez, Chino Domínguez, Antonio Láynez y muchos más. En el Sindicato destacaron compañeros como Oswaldo Sánchez, Juan Carlos Lázaro, María Elena Cornejo, Laura Monier, Marta Núñez Hamerlee, Kike Sánchez, Ántero Pintado, Efraín Rúa, Ricardo Delgado, Amador Límaco, Anita Cabrera, Eduardo Gianotti, Anacé del Castillo, entre tantos otros.
Es muy conocido que durante los años aurorales y difíciles de La República no había decisión institucional que no se tomara con la intervención directa del ingeniero Gustavo Mohme. Y también que en lo que atañe a la relación sindicato y empresa muchas soluciones que parecían entrampadas veían el humo blanco sólo después de su intercesión.
Las nuevas generaciones de seguidores de La República tienen que saber que fue determinante el aporte económico que el ingeniero Mohme Llona tuvo que realizar para que la empresa pueda mantenerse en pie cuando parecía que ésta no sobreviviría a las graves dificultades de los primeros años. Y que fue gracias a su honestidad como este diario mantuvo su identificación con las causas más justas de nuestra patria.
Por sus altas calidades morales y espirituales –como lo han afirmado intelectuales y líderes de las más diversas instituciones nacionales– Gustavo Mohme Llona fue –y continuará siéndolo– un hombre absolutamente necesario para la sociedad peruana. Vuelvo a sostener que si en la vida de un dirigente lo principal es la idea colectiva y el bienestar común, si por encima de todo para este dirigente está la causa de la fraternidad y de la solidaridad, es decir si este dirigente hace suyos los intereses y esperanzas de los que lo rodean, vivirá siempre en el corazón de todos.
Tengo con La República una relación indestructible desde que empecé a trabajar en 1982 como corrector del primer suplemento Domingo, y desde entonces no ha habido momento de mi vida que no haya estado vinculado a esta casa periodística tan querida. Participar en la revisión de textos escritos como parte culminante de la edición de un diario tan importante como La República ha sido una de las experiencias más apasionantes. En mi caso, la compartí con la docencia universitaria en educación y comunicación. En la corrección se enseña, pero también se aprende. La íntima relación del corrector con el reportero, el articulista o el editor es también una relación privilegiada con el lector.
Este sólido vínculo me lleva a decir que el mayor anhelo que puedo tener en este homenaje a Papá Mohme es que La República de hoy –con la dirección de Gustavo Mohme Seminario y la subdirección de Carlos Castro, con muchos periodistas jóvenes y talentosos en su seno, editores, reporteros gráficos, diseñadores, especialistas en imágenes, pero también gerentes, publicistas o administrativos, partícipes todos de incesantes y apasionantes labores colectivas– siga siendo fiel continuadora de La República fundada por Gustavo Mohme Llona. Estoy convencido de que esta satisfacción nos la darán también la señora Ramona Seminario, su amada esposa, y sus hijos Stella, María Eugenia, Helena, Gerardo y Carlos, a quienes, igual que a Chicho, reitero mi afecto, gratitud y respeto.
Al recordar al ingeniero Gustavo Mohme Llona diecisiete años después de su partida, traigo también a los corazones de quienes lo respetamos y admiramos los jubilosos momentos en que varios periodistas y trabajadores, con la presencia de Alfonso Barrantes y de Javier Diez Canseco junto a Gustavo Mohme, echamos a andar el Comité de Izquierda Unida del diario La República. Como está registrado en los archivos del periódico, La República contó entre sus más destacados columnistas a Javier Diez Canseco, con cuya reconocida lucidez intelectual, su ejemplar honestidad y su indeclinable lucha contra la corrupción y a favor de la justicia social, el prestigio que fue ganando día a día el diario fundado por Gustavo Mohme se fortaleció.
Por su innegable aporte al desarrollo social, el ingeniero Mohme Llona recibe el homenaje nacional que merece. Por lo que él hizo y por lo que hacen todos cuantos siguen su ejemplo, diremos con Amadeu Thiago de Mello “que ahora vale la vida, que ahora vale la verdad, y que de manos dadas trabajaremos todos por la vida verdadera” pues “el hombre no precisará nunca más dudar del hombre” porque “el hombre confiará en el hombre como la palmera confía en el viento, como el viento confía en el aire, como el aire confía en el campo azul del cielo”.
Debe estar conectado para enviar un comentario.