Por Claudia Beltrán e Ibón Machaca
Es martes por la tarde, y aún quedan pacientes por atender en el centro de salud Ampliación Paucarpata de la ciudad de Arequipa. Silvia y su bebé Fabricio, de apenas un año, son los siguientes en entrar al consultorio del pediatra. La razón detrás de la visita tiene que ver con los síntomas que lleva presentando Fabricio desde el sábado: fiebre, malestar estomacal, decaimiento e irritabilidad.
Son las últimas semanas del 2024. Los establecimientos de salud se encuentran saturados de pacientes por estas fechas. Silvia se levantó temprano. Preparó el desayuno y dejó el almuerzo listos, antes de ver al médico. Con eso, ganó un poco de tiempo para las otras tareas: dar de comer a Fabricio, bañarlo, vestirlo, hacerle jugar, en otras palabras, cuidarlo. De otro modo, es imposible pensar en salir a trabajar, tener una cita médica y abrir un espacio para una entrevista, con los tiempos muy ajustados.
“Es una responsabilidad muy grande, no es fácil ser mamá y sola”, comenta ella. A sus 39 años, la vida de Silvia Huamán, una técnica en Farmacia, dio un giro desde que salió embarazada. Después de más de una década y media laborando en farmacias y boticas de la localidad, tomó una pausa para poder ser madre. Su anhelo se cumplió pronto. Conoció al padre de su hijo, pero en el camino tuvieron dificultades y la abandonó. Al asumir la maternidad sola, fue consciente del cansancio que implica trabajar y cuidar de un niño que depende enteramente de ella.
El caso de Silvia refleja la situación que viven varias familias y entre las familias, las mujeres, quienes se encargan, mayormente, de cuidar a los miembros del hogar: niños, adultos mayores, enfermas o con discapacidad. En el Perú, ocho de cada diez hogares dependen de las mujeres para las labores de cuidado y del hogar, según una encuesta hecha en 2023 por el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristrán, el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) y Oxfam.
Asimismo, las mujeres destinan en promedio 39 horas semanales para realizar quehaceres domésticos y servicios de cuidado, a diferencia de los hombres que dedican unas 16 horas, según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Además, el 51% de personas cree que a las madres les corresponde principalmente el cuidado de los hijos e hijas.

La labor del cuidado
Candy Loayza, de 35 años, organiza y divide su tiempo entre la crianza de sus cuatro hijos y su trabajo. Así ha sido desde que tuvo al primero hace ya más de diez años. El padre de su primer hijo la mandaba a trabajar para traer dinero a casa, mientras dejaba a su bebé al cuidado de sus familiares. Para entonces, a ella le agobiaba la idea de no cumplir como madre y la necesidad de buscar el sustento económico.
Un día cotidiano para Candy inicia a las tres de la madrugada. Prepara desayunos para venderlos en la zona comercial de Umacollo, en el distrito arequipeño de Yanahuara. Mientras ella trabaja, su mamá y su hermano la ayudan a preparar las loncheras, alistar y enviar a sus hijos al colegio. Termina su jornada como a las 11 de la mañana y retorna a casa para dedicarse a sus labores domésticas y, entre otras cosas, asegurarse de que sus niños hagan la tarea y alistar todo para el día siguiente. Su día se puede prolongar hasta las 10 de la noche.
Gabriela Adrianzén, exasesora de la alta dirección en Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), afirma que en nuestro país existe una crisis de cuidados. Estas labores recaen especialmente sobre las mujeres que cumplen horas de trabajo no remunerado, lo que implica menos tiempo al trabajo remunerado y, por ende, menos ingresos económicos . “Se debe redistribuir el trabajo que actualmente hacen mayormente las mujeres, una distribución con los varones, la comunidad y el Estado”, sostiene.
Cuando Candy tenía al mayor de sus hijos, quiso estudiar Enfermería. Trabajaba de noche, acudía a clases de día. Dejaba al niño al cuidado de su mamá o una amiga. Con mucho esfuerzo, logró acabar el primer semestre, pero terminó dejándolo. Años más tarde, su pareja la menospreció: “¿Quién eres tú? No eres nadie”. La humilló por no tener una profesión. Cuando trató de retomar sus estudios, él le dijo que mejor se dedicara a cuidar a sus hijos.
“Hay una mirada conservadora que quiere reducir a la mujer a su papel de madre, que no quiere entender su derecho a realizarse en diferentes campos como el educativo y profesional”, sostiene Adrianzen. Según estudios del MIMP, el 56% de mujeres cuidadoras interrumpieron su trayectoria educativa y 88% su trayectoria laboral.

Un trabajo invisible
En el documento Hacia la construcción de Sistemas Integrales de Cuidados en América Latina y el Caribe, la ONU Mujeres destacó que culturalmente los cuidados están basados en una división por género del trabajo. Mientras los varones trabajan fuera de casa y reciben remuneración, las mujeres lo hacen dentro del hogar y no tienen ingresos.
“Lamentablemente, en nuestro país existe esa idiosincrasia de que la mujer debería tener, más que labores propias, actividades femeninas. Por ejemplo, el cuidado de los niños, el cuidado del hogar, más que buscar una fuente de generación de empleo”, señala Patricio Lewis, investigador de la Red de Estudios para el Desarrollo (REDES).
Esta situación, indica Lewis, se acentuó más durante la época de la covid-19. La tasa de subempleo femenino subió en 11 puntos solo entre el 2019 y 2020. Y, por si fuera poco, el cierre de los colegios y la suspensión de actividades hizo que las labores domésticas y de cuidados se duplicaran para las mujeres. Llegado el 2021, si un hombre ganaba S/1 mil, la mujer solo S/720.
Un estudio reciente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que alrededor de 5 millones de peruanos se dedican al trabajo de cuidado exclusivamente. Sin embargo, más del 50% (3 millones 100) no recibe remuneración salarial.
El investigador menciona que la división sexual del trabajo amplía la brecha laboral entre hombres y mujeres, impidiéndole a esta última tener autonomía económica. En el Perú, solo el 34% de las mujeres toma decisiones financieras en el hogar, por debajo de países como Brasil (40%), según un estudio del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) de 2022.
Esto acarrea que las mujeres sufran principalmente de violencia económica, afirma Lewis. “El 90% de las denuncias interpuestas lo hacen mujeres en contra de hombres, porque les arrebatan sus ingresos y eso hace que ellas no tengan flexibilidad económica para desempeñar cualquier labor o ser independientes“, asevera.
Vulnerabilidad y desprotección
Cuando Fabricio cumplió cuatro meses, Silvia Huamán cambió su trabajo fijo y remunerado por empleos eventuales y de poca paga, para criar mejor a su hijo. Hasta entonces, laboraba en una farmacia que le permitía cuidar allí a su bebé mientras cubría el turno tarde, de 2 a 9 de la noche. “Llegaba a mi casa a las 10 de la noche con mi hijo. Como hacía frío y él era muy pequeño, se enfermaba fácilmente. Entonces, decidí renunciar por su bien y no perjudicar a nadie”.
La abogada y exgerenta de Trabajo de Arequipa, Catherine Rodríguez, señala que varias de las mujeres abandonan sus empleos llegada la maternidad porque sienten la obligación de cuidar a sus hijos, lo cual va en desmedro de sus propios derechos como trabajadoras. “Aunque hay leyes y ordenanzas que garantizan una cuota de género, una cuota femenina, no se cumple porque hay un tema cultural todavía”, afirma.
En este aspecto, menciona que los ambientes laborales deberían ser más flexibles con las mujeres que deciden ser madres y no despedirlas. La legislación peruana ampara a las mujeres en gestación para que no puedan ser despedidas hasta por un año, permitiéndoles tener estabilidad emocional y física en ese lapso de tiempo, además de concederles el derecho a dar de lactar una hora diaria a su hijo, dentro de la jornada laboral.
Sin embargo, eso solo se cumple con las trabajadoras empleadas en el sector formal. Aquellas que están fuera de esta burbuja no cuentan con ningún tipo de derechos. En Arequipa, el trabajo formal representa un 34%, es decir, cuentan con contrato de trabajo, tienen seguro social y un fondo para su retiro.
Hasta el año 2022, el 30,2% de las mujeres de 14 y más años de edad no tenían ingresos propios, siendo esta proporción 2,3 veces más que los hombres (13,1%). La brecha más significativa se presenta en las regiones de Huancavelica, Apurímac y Pasco, según el reporte sobre Brechas de Género del INEI.
Catherine Rodríguez manifiesta que en el tiempo que ejerció como gerenta ( de enero 2023 a diciembre 2024) no recibió denuncias de despido; en cambio, sí otros relacionados al hostigamiento laboral. “Para tener más tiempo de pasar con el hijo, muchas trabajadoras juntan su descanso pre y posnatal, pero aún así hay empleadores que las llaman, las están controlando. Algunas soportan por temor a perder su trabajo y otras optan por retirarse”.
Aquellas que dejan sus empleos también pasan a ser vulnerables a la violencia. Rodríguez afirma que hoy en día la mayor carga procesal en el Poder Judicial son las demandas de alimentos. Además, expresa que una mujer que deja su vida laboral para cuidar a un hijo tarda un promedio de 10 años para volver a retomarlo.
¿Por qué un Sistema Nacional de Cuidados?
A Candy Loayza le hubiera gustado contar con un apoyo para poder terminar sus estudios de Enfermería mientras criaba a sus cuatro hijos. Opina que las cunas y guarderías deberían masificarse para servir como una red de apoyo para que las mujeres estudien o trabajen dignamente. Estas deberían incluir servicios de acompañamiento psicológico para mejorar la salud mental de las cuidadoras. En una ocasión, ella misma lo necesitó y tuvo que costearse el tratamiento, porque el Estado solo le ofreció tres sesiones.
Gabriela Adrianzén, exasesora del MIMP, indica que en el Perú se viene impulsando hace años la creación de un Sistema Nacional de Cuidados. Este sistema permitiría tener infancias adecuadamente cuidadas, educadas y acompañadas en su proceso de crecimiento, quienes luego serán adultos mejor preparados. Con el tiempo, se reducirían los costos de salud, salud mental y temas de violencia. “Por ejemplo, hay muchos niños, niñas y adolescentes que no cuentan con espacios de acompañamiento y cuidado después de la escuela, corren peligros”, detalla.
Para el 2019, la tasa de dependencia total a nivel nacional se situaba en 60,8%. Es decir, por cada 100 personas en edad de trabajar existen otras 61 personas dependientes. Ellos pueden ser bebés, niños y niñas menores de 14 años, adolescentes, adultos mayores y otras personas que requieren cuidado. El Estado ofrece servicios muy limitados como Cuna Más, que cubre a menos del 5% de la población. “Se puede iniciar con poblaciones más vulnerables como niños menores de 5 años, sus madres y entornos familiares”, subraya Adrianzén.
“Se necesita que el cuidado sea entendido como un derecho. Reconocer que todas las personas somos seres interdependientes, que nadie nace ni se desarrolla solo. ¿Qué pasa si una persona no tiene familia o si hay padres que no tienen las capacidades para cuidar a sus hijos adecuadamente? Es responsabilidad del Estado velar por el adecuado desarrollo de estas personas”, subraya la especialista.

Las piedras en el camino para un SNC
La congresista Flor Pablo señala que la falta de un Sistema Nacional de Cuidados (SNC) en el Perú refleja una ausencia de voluntad política, tanto en el Legislativo como en el Ejecutivo. La propia legisladora planteó el proyecto 4955, Ley que reconoce el derechos al cuidado y crea el SNC. El documento se encuentra en las comisiones de Comisión y Descentralización del Congreso sin avances.
A ello se suma el archivo de un proyecto similar presentado por el MIMP en el 2022. La propuesta fue descartada por sectores conservadores que cuestionaron su enfoque de género, ignorando las necesidades de miles de familias que enfrentan la carga del cuidado sin apoyo del Estado.
“Tenemos una demanda potencial de cuidados de casi el 20% de la población peruana: 5,8 millones de la población nacional, niñas y niños, adultos mayores, personas con discapacidad y enfermedades graves. El sistema no busca que el Estado asuma toda la carga, sino articular y ampliar los servicios existentes para garantizar una atención adecuada”, explica la parlamentaria.
Además de los beneficios sociales, como la reducción de la pobreza y el apoyo a las familias más vulnerables, un SNC tendría un impacto económico significativo, añade. Según la OIT, las actividades de cuidado no remuneradas representan actualmente el 23.4% del PBI, y un sistema formal podría incrementar ese aporte y promover un desarrollo sostenible para el país.
Reconocer el cuidado como un derecho fundamental es un paso indispensable, afirma Flor Pablo: “Tal como la educación y la salud, el cuidado debe considerarse esencial para el desarrollo social y económico”. Sin embargo, en Perú, las tareas de cuidado recaen mayoritariamente en las mujeres, quienes enfrentan serias limitaciones para trabajar o generar ingresos. “Garantizar un sistema de cuidados no solo alivia esa carga —enfatiza—, sino que abre oportunidades para construir una sociedad más equitativa”.
El desafío, entonces, por ahora radica en superar las barreras políticas que han frenado la implementación de un SNC. Flor Pablo puntualiza que un enfoque corresponsable entre el Estado, el mercado y las comunidades podría marcar el inicio de un cambio estructural para las familias peruanas.
Este reportaje es publicado en el marco de la tercera edición del Curso Actualización de Periodismo y Política 2024 (PUCP y Fundación Gustavo Mohme Llona).
Informe publicado por la Red Micaelas.
Debe estar conectado para enviar un comentario.