El premio Pulitzer concedido al diario The Storm Lake Times, del condado de Buena Vista, Iowa, ha sorprendido al mundo periodístico porque se trata de una pequeña publicación en la que trabajan 10 empleados y circula dos veces por semana con una tirada de 3 mil ejemplares. Lo llamativo no solo es que derrotó en la disputa por el ansiado galardón al todopoderoso The Washington Post y al influyente Houston Chronicle, sino especialmente porque tuvo el coraje de enfrentarse a temidas corporaciones agroindustriales que luchan por impedir la fiscalización de la contaminación por nitrato del río Racoon, principal proveedor de agua potable de Des Moines, la capital del estado. El mensaje del exigente jurado del Pulitzer es que la calidad periodística no depende de la dimensión del medio. Lo que importa es el rigor, la profundidad, la persistencia en informaciones de interés público. El caso del periódico The Storm Lake Times, de los hermanos Art y John Cullen, se parece a La República en los años 90 cuando estuvo bajo la conducción de Gustavo Mohme Llona.
En un tiempo en que era más fácil venderse al régimen de Fujimori y Montesinos, como efectivamente ocurrió con la mayoría de propietarios, directores y editores de los medios, Mohme condujo el diario con disciplinado rigor con el expreso propósito de mejorar cada día el contenido. Entendía que no era suficiente asumir una posición crítica frente al régimen. También era importante ofrecer información que el resto ocultaba, o por simple comodidad no reportaba.
Llegaba puntual en pleno cierre de edición, y armado de un lapicero negro y otro rojo, leía los artículos de mayor importancia y corregía con fruición. Rara vez dejaba alguna cuartilla sin alguna anotación, y si surgía alguna duda, convocaba de inmediato al periodista para pedirle una explicación. Pero Mohme era mucho más severo con los reportajes de la Unidad de Investigación.
Para desmentir, desacreditar o silenciar los destapes de La República, el fujimorismo pagaba religiosamente a otros medios. Incluso el régimen compraba grandes cantidades de ejemplares y los quemaba para reducir la circulación y difusión, bajo la creencia de que así las revelaciones sobre las actividades criminales del gobierno no impactarían en el público. Mohme estaba convencido de que la mejor respuesta para esa forma de represión era continuar con las investigaciones. Exponer con mayor periodicidad e intensidad la corrupción del fujimorismo, lo que exigía la aplicación de exhaustivos protocolos de verificación de datos, y en eso se especializó Gustavo Mohme Llona.
Un periódico no siempre cosecha popularidad cuando investiga al poder. Los reportajes sobre Watergate del diario The Washington Post no impidieron que Richard Nixon fuera reelegido con una votación histórica, no obstante siguió con el caso hasta que renunció el presidente. De hecho, el galardonado The Storm Lake Times perdió lectores y publicidad, pero insistió en su campaña para terminar con la contaminación por nitrato del río Racoon. En cuanto a La República, sufrió acoso de todo tipo; mañana, tarde y noche; cada día, a toda hora, y, sin embargo, prosiguió con sus investigaciones que contribuyeron al encarcelamiento de numerosos corruptos y criminales. Y en gran parte se debe a la determinación de Gustavo Mohme Llona.
En una ocasión, el periódico destapó una compra corrupta de helicópteros a Nicaragua que hizo el gobierno de Fujimori y Montesinos. Bajo el pretexto de que La República había violado el secreto militar, el presidente del Congreso, Carlos Torres y Torres Lara, decretó sesión secreta y acusó al entonces legislador Gustavo Mohme de ser “traidor a la patria”. Era evidentemente una represalia por haber sacado a la luz un latrocinio del régimen. En esa ocasión el fujimorismo le dedicó un cargamontón al director del diario. Concluida la sesión, retornó a la redacción con sus dos lapiceros y convocó al autor del reportaje de investigación. Estaba ofuscado, furioso, fastidiado. Reclamó el sustento documental de cada afirmación que se hacía en el artículo que casi le cuesta un juicio político. Recuerdo la intensidad de cada minuto del escrutinio porque Mohme quería estar seguro de lo que iba a responder al día siguiente. La severidad de sus expresiones era implacable.
-Si no estás seguro de lo que has publicado mejor decimos que la embarramos -me dijo.
-Aquí están los documentos que prueban que no nos equivocamos -contesté.
Luego de tomarse el tiempo para verificar cada papel, en lugar de un llamado de atención, demandó con la mano extendida:
-Supongo que vamos a publicar más. En La República no nos quedamos callados porque nos meten un susto.
Por supuesto que continuamos con ese y otros casos más alentados por la decisión del director de responder al amedrentamiento del régimen con más rigurosas y contundentes investigaciones. Un legado de Gustavo Mohme Llona que define la línea editorial de La República. La pasión por destapar la verdad.
Ángel Páez
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